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Historia de La Visita Médica

TriacaEn tiempos de la antigua Grecia existían unos ciudadanos que no eran reconocidos como médicos pero que hacían publicidad y vendían por las calles substancias, hierbas y otros remedios para curar las enfermedades. Así los migmatópolos eran vendedores de medicamentos en lugares fijos y, los pharmakópolos que lo hacían de forma itinerante viajando de un mercado a otro. Pero remontémonos a una historia mas reciente: los inicios de la edad moderna.

A mediados del siglo XVI, aparecen en Centro Europa los primeros «orvietanes», llamados así porque procedían de la villa italiana de Orvietos, los cuales en sus carromatos vendían sus famosas «triacas» que casi todo lo curaban. Hemos de reconocer que estos individuos no eran otra cosa más que charlatanes. El más afamado de todos ellos fue Bartolomé Chiaras, el cual fabricó la denominada «Gran Triaca», un compuesto que contenía todas las sustancias medicinales entonces conocidas (creo que alrededor de setenta) que, mezcladas, al llevar de todo, teóricamente todo lo curaba. Y allá que se lanza con su carromato por media Europa consiguiendo muy buenos logros económicos.


Nuestro hombre llegó a imprimir un folleto denominado Tratado de la Triaca, que puede considerarse como la primera literatura publicitaria de un medicamento en la Edad Moderna. Pasaron tres siglos, y ya avanzado el XIX, la industria farmacéutica comienza a investigar y a aportar grandes e importantes innovaciones con las que luchar contra la muerte y mitigar el dolor y la enfermedad de una humanidad azotada por pestes y epidemias.

Con el avance de la industrialización, aquellos laboratorios farmacéuticos van teniendo necesidad de disponer de personal cuya misión sea la de dar a conocer a todos los médicos sus logros y avances, y aunque ya en los años veinte de la última centuria podemos encontrar anuncios en la prensa de laboratorios importantes, comunicando que su representante permanecería determinados días en un céntrico hotel de la ciudad a disposición de la clase médica de 12 a 2 de la mañana y de 5 a 8 de la tarde, yo personalmente alcancé a conocer algunos viejos representantes de farmacia que me contaban cómo, a lomos de caballerías, se recorrían cada primavera y verano todos los pueblos de las serranías de Cádiz y Málaga informando a los médicos rurales de las novedades terapéuticas.

También llegué a conocer otro que en sus años mozos viajaba por aquella misma época a las plazas del protectorado Español de Marruecos, podemos imaginar en que condiciones. Estos beneméritos profesionales fueron durante décadas el único y exclusivo contacto que, en aquellos tiempos, el médico tenía con los avances de la terapéutica.

Pero los tiempos cambiaron y aquellas pequeñas industrias elaboradoras de medicamentos, algunas en reboticas de farmacias, se fueron convirtiendo en importantes compañías. Posteriormente, la investigación cada vez más sofisticada y costosa las hizo unirse para aunar esfuerzos y así poder operar en el ámbito internacional. Una vez superada la crisis de las dos guerras mundiales, los países del mundo occidental, entre ellos el nuestro , fueron saliendo de la pobreza y se hicieron prósperos. Y así se fueron cerrando aquellos viejos hospitales dependientes de la caridad o de los ayuntamientos para transformarse en modernos centros hospitalarios con la tecnología más avanzada.

También aquellos tercermundistas consultorios y centros rurales de higiene se convirtieron en Ambulatorios y luego en Centros de Salud, Sus médicos, otrora esclavos de su profesión y con 24 horas de servicio cada día, pasaron a denominarse «médicos de familia» con jornada laboral de 40 horas semanales y, toda la ciudadanía sin excepción tuvo acceso gratuito a los servicios sanitarios. En estas circunstancias el visitador médico que hasta finales de los sesenta iba por esos caminos de Dios (yo entre ellos) sin sueldo ni seguridad social, cobrando si vendía, durmiendo en pensiones de «malamuerte», viajando a bordo de viejos autobuses, en vetustas motocicletas o, en el caso de algunos privilegiados, en un seiscientos cargado de literaturas y muestras gratuitas, estas últimas destinadas a paliar la necesidad de miles de enfermos que no tenían recursos ni seguro de enfermedad.

En esos años, seguíamos siendo los visitadores médicos o representantes de laboratorios el único eslabón que unía al médico con la investigación farmacéutica; era una época en la que la administración los tenía olvidados. Con el paso de los años y ya en nuestros tiempos, el visitador, afortunadamente, se convirtió en un profesional con titulación superior, experto en marketing, informática y otras técnicas de ventas. Obligatoriamente había que estar a la altura de los nuevos tiempos y de los nuevos profesionales de la medicina. Pero nuestro papel sigue y seguirá siendo el mismo: el de nexo de unión entre la investigación farmacéutica mundial y el clínico que aplica ésta a los pacientes que lo necesitan.

Autor : ANTONIO MARISCAL TRUJILLO
Miembro fundador de la Asociación Profesional de Visitadores Médicos de Cádiz y decano de la misma.

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